VÍCTOR HUGO
No
sé hasta qué punto tenía razón Víctor Hugo, porque infiernos hay muchos. Pero
sí sé que uno de ellos es la soledad, esa soledad que el ser humano no busca
sino que le es impuesta por las circunstancias de la vida.
En
relación con la soledad, la pérdida de las ilusiones y la necesidad de algo o
alguien que nos permita seguir adelante, quiero hablar de un libro que no he
comentado con mis amigos lectores ni pensaba reseñar en el blog. Y como es muy
difícil escribir sobre los libros que se ama, voy a hacer simplemente un esbozo
que permita vislumbrar el tesoro que contiene.
Es
una historia que emociona, entristece, angustia, deja escapar alguna sonrisa,
una novela dura que refleja la soledad sin límites a la que a veces te fuerza
la situación que te ha tocado vivir. La novela a la que me refiero es El
corazón es un cazador solitario, de Carson McCullers, el primer
y mejor libro de la escritora y que tiene como título esta metáfora impactante.
Es una obra maestra de la narrativa contemporánea, escrita cuando la autora
tenía sólo veintitrés años, y aunque la novela tenga una trasfondo mucho mayor,
a mí me llegó al alma a través de sus protagonistas y el modo en que se
enfrentan a una realidad difícil.
McCullers
nos sitúa en una ciudad sureña de los Estados Unidos durante los años 30 y da
vida a cinco personajes inolvidables, que son cazadores solitarios, seres
vencidos que buscan algo que les ayude a soportar la vida.
El
sordomudo John Singer es un hombre educado y sensible, cuya amistad con
el mudo Antonapoulos da sentido a su existencia, a pesar de lo poco o nada que
le ofrece este último. A Singer acuden todos los demás cazadores solitarios
porque, sin decir una palabra, representa lo que cada uno de ellos necesita; le
cuentan sus anhelos y preocupaciones, y él, una persona sordomuda, es,
paradójicamente, el único que sabe escucharlos, ofreciendo la imagen que ellos
quieren ver. Y John Singer tiene a su propio interlocutor ideal, su amigo
Antonapoulos, a quien imagina con la misma capacidad de comprensión que le
atribuyen a él los demás.
Benedict
Mady Copeland es un médico y reformista negro, atormentado por el abandono de
su mujer e hijos tiempo atrás; enfermo de tuberculosis, vive entregado a su
trabajo y a su comunidad, una comunidad que no le paga con la misma moneda,
cuando su hijo es víctima del racismo. Jake Blount es un revolucionario
alcohólico con ideas marxistas, que va de pueblo en pueblo intentando despertar
las mentes de los oprimidos. Briff Brannon es el dueño del café donde todos
acuden y dedica el día entero a su trabajo; pero hay algo en él que nos hace
mirarlo con recelo, su actitud hacia la niña Mick Kelly, con quien podría
forjar una hermosa amistad, si llegara a comunicarse con ella.
Y,
finalmente, tenemos a Mick Kelly (que representa a la propia McCullers), una
niña inteligente dotada de una extraordinaria sensibilidad, que ama la música,
da largos paseos por la ciudad y cuida a sus hermanos pequeños. Junto a John
Singer, lleva el peso de la narración, y refleja como ningún otro personaje la
incomprensión del mundo que la rodea, un mundo de incultura y de pobreza sin
oportunidades para su talento. Para huir de la realidad se refugia en la
“habitación interior”, ese lugar de su mente donde escucha bellas melodías
albergando la ilusión de dedicarse a la música. La última imagen de Mick Kelly
en la novela es un canto de esperanza, pues, aunque desconsolada y teniéndolo
todo en su contra, sus ilusiones no se detienen:
Quizá pronto tuviera una oportunidad. De lo contrario,
¿para qué habría servido todo…, lo que ella sentía respecto a la música y todos
los planes forjados en su habitación interior? Si es que la lógica existía,
algo bueno tenía que suceder. Tendría que suceder, tendría que suceder, tendría
que suceder, tendría que suceder. Tendría que suceder forzosamente algo bueno.
¿De acuerdo?
¡De acuerdo!
Algo bueno.
Nosotros,
como Mick, también podemos refugiarnos en nuestra habitación interior cuando
las circunstancias nos superen. Y, sobre todo, pase lo que pase, debemos creer
siempre que algo bueno tiene que suceder.
1 comentario:
Tengo ese libro sin leer y, por diversas circunstancias, en una casa que ya no es mía. Pero me acabo de forjar el propósito de recuperarlo, y hacerlo mío en la biblioteca del alma que arropa mi habitación interior.
Conocía a la autora de Frankie y la boda, a ti voy conociéndote y tu amistad es un regalo gran luxe.
Abrazos.
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