Cuando en 1993 Fernando Trueba recogió el Oscar por su
película Belle Époque dijo unas palabras que han quedado en la memoria
de todo cinéfilo: "Me gustaría creer en Dios para agradecérselo. Pero solo creo
en Billy Wilder, así que, gracias, Mr. Wilder".
Yo también doy las gracias a Billy
Wilder, gracias por reconciliarme con la vida. Porque eso es lo que consigue
este gran narrador fílmico cada vez que veo alguna de sus películas. Tienes un
mal día, estás enfadado con el mundo, sientes que estás viviendo "un cuento narrado
por un idiota"… y entonces, si tienes la suerte de apreciar el cine de verdad
-y, por ende, conocer algunas películas buenas, entre ellas las de Wilder-
recurres a la medicina del séptimo arte. En poco más de una hora habrás
generado las endorfinas suficientes para ver la realidad con otros ojos (y no
me refiero a reír a carcajadas). Quien haya pasado una noche de sábado viendo Con
faldas y a lo loco (1959), El apartamento (1960), o Irma la dulce
(1963) sabe lo que quiero decir.
Al hablar de las comedias de Wilder
no estamos refiriéndonos a comedias al uso, sino a historias tragicómicas contadas
a través de la mirada cáustica e incisiva del cineasta, llenas de diálogos
ingeniosos y agudos, y que, en muchos casos, son realmente dramas agridulces en
los que quedan reflejados los pecados de la sociedad occidental. Y así,
plasmando en la gran pantalla las luces y sombras del ser humano, este director
y guionista nos ha legado algunas de las mejores películas de la historia del
cine.
No olvidemos, por otro lado, que su talento le hizo brillar en todos los géneros cinematográficos,
creando también obras destacadas del cine negro como Perdición (1944) o Testigo
de cargo (1957), así como películas tristes y pesimistas como El
crepúsculo de los dioses (1950) o Fedora (1978), que también hay que
visionar.
Lo que más me gusta de este extraordinario realizador: sus guiones geniales, la creación de los personajes, su sentido del
ritmo, la dirección magistral de los actores. Su gran maestro fue Ernst
Lubitsch; de hecho, en el despacho de Wilder había un cartel que rezaba: "¿Cómo
lo haría Lubitsch?". Nacido en Austria en 1906, su verdadero nombre era Samuel
Wilder, aunque desde niño lo llamaron Billy debido a su afición por la figura de
Buffalo Bill y el western. En Berlín empezó a escribir guiones para el cine germano; sin embargo, pronto se vio obligado a emigrar huyendo de la barbarie nazi -era de ascendencia
judía-, primero a Francia, y posteriormente a Hollywood, donde escribiría
sesenta películas y dirigiría veintiséis, la mayoría obras maestras. Yo no las
he visto todas, ni mucho menos, pero nadie es perfecto. Seguiré a la busca y
captura de DVD´s, porque si espero a que las emitan por
televisión…
En el programa Días de cine han dedicado alguna
sesión a Billy Wilder y a su filmografía. Recordarlo es siempre un pequeño
homenaje y un modo de acercarlo a futuros cinéfilos. Aquí tenéis los enlaces:
Existe, además, un documental muy
interesante titulado Y Dios creó a Billy
Wilder, que repasa su vida y obra y que incluye intervenciones del propio
cineasta, así como de los actores Jack Lemmon y Walther Matthau. Dejo aquí el vídeo de la
primera parte: