Somos muchos los jumillanos que
amamos y respetamos a los animales. Y, por tanto, somos muchos también los que
compartimos una grave preocupación: la permanente existencia de perros que
deambulan en completo abandono por nuestras vías públicas. Basta salir a pasear
para comprobarlo, casi cada día. Vemos cómo están expuestos al frío, a la sed,
al hambre…, cuando no son víctimas de maltrato o de terribles atropellos. Es
una situación lacerante que nos descalifica como pueblo. Y creemos que son las
autoridades municipales competentes las que deben encargarse de buscar
soluciones a esta verdadera lacra, asumiendo su responsabilidad.
Pensamos que
no es de recibo que se eche exclusivamente sobre los hombros de una asociación
de voluntarios como “Cuatro Patas Jumilla” la enorme tarea de recoger a tantos
animales, cuidarlos, controlar su situación sanitaria, sensibilizar a la gente,
promover las escasas adopciones y, además, gestionar las instalaciones de un
albergue que se ha demostrado insuficiente ante la magnitud de este
problema.
La
realidad es que –por desgracia– este grupo de voluntarios está formado por muy
pocas personas. Quienes sabemos de su quehacer diario somos conscientes de
que realizan una labor encomiable desde
hace años, intentando suplir con su
entusiasmo y su generosidad la falta de medios materiales y personales. Llevan
a cabo estas tareas –lo hemos visto– hasta la extenuación. Trabajan con los
perros en horarios a veces intempestivos, en fines de semana, en vacaciones y
fiestas, cuando todo el mundo se divierte... Pero estos pocos voluntarios
pueden, de repente, tener impedimentos familiares o personales, obligaciones
laborales o, simplemente, cansarse. ¿Qué sucederá entonces?
No
es suficiente que se facilite una pequeña subvención, o que algún trabajador
municipal colabore con los miembros de “Cuatro Patas Jumilla” en tareas de limpieza
y mantenimiento del albergue. Se ha de procurar que la práctica totalidad de
estas actividades las lleven a cabo empleados municipales con la adecuada
preparación y sensibilidad. De igual modo, deberían ser estos mismos
trabajadores quienes se encargaran de la recogida de los perros abandonados en
un vehículo acondicionado para tal fin. Incluso la Policía local podría tener
un papel relevante a la hora de detectar alguno de estos casos y dar parte de
los mismos En la actualidad, somos los particulares los que a duras penas nos
encargamos de estos cometidos. Y la falta de formación o de oportunidad hace
muchas veces inviable que podamos ayudar a tantos de estos “animalicos”.
Quienes
tenemos cierta edad aún recordamos con horror una imagen dantesca: la de una
carretilla-jaula, llena de perros, que llevaba un hombre de etnia gitana,
contratado por el ayuntamiento de entonces. Los que veíamos tan siniestra
estampa sabíamos el destino que les esperaba. Ahora eso sería
inconcebible. Afortunadamente, vivimos
una época que nos reclama unos valores nuevos y que nos exige también dar
respuestas nuevas a realidades que antes se veían como inevitables, pero que
hoy no se comprenden, ni se toleran. En la sociedad actual, el cuidar a los
animales y velar por su bienestar debería ser una vocación de cualquier
gobernante; en todo caso, es una obligación. Las instituciones, los partidos
políticos, las asociaciones, los centros educativos y, en definitiva, las
buenas personas de Jumilla tienen que contribuir a paliar este problema hasta
donde les sea posible.
Por
humanidad, por principios éticos, tomemos conciencia de que la situación que
aquí denunciamos no puede prolongarse por más tiempo.