6 de septiembre de 2013

A PARTIR DE AQUÍ, MONSTRUOS



Lector, cuidado. Ten cuidado, porque si sigues leyendo esta entrada puede que mis palabras te lleven hacia el libro del que voy a hablarte. Y, como reza el primer capítulo del mismo: “A partir de aquí, monstruos”.

Este libro no habla del miedo, sino de sentimientos que van más allá del terror, y de lo que queda después de emprender ese viaje sin retorno. El autor, Sergio del Molino, está instalado en “una hora violeta” para siempre, durante el resto de su vida, o de su no-vida, condenado a un abismo infinito. Porque… ¿qué queda de ti cuando pierdes la carne de tu carne?




He leído "La hora violeta" a lo largo de una noche y al día siguiente he ido al trabajo con los ojos hinchados, no por la falta de sueño, sino por las lágrimas derramadas ante la descripción de uno de los mayores horrores que puede sufrir un ser humano. En esta novela de no ficción (o novela basada en un hecho real, o memorias, o qué sé yo), Sergio del Molino nos narra el último año de la vida de Pablo, su hijo, que murió víctima de un grave tipo de leucemia a punto de cumplir dos años. Y lo hace con una sencillez y una sinceridad que abruman, sin omitir sentimientos de pánico, angustia y desesperación, y al mismo tiempo sin caer en sensiblerías ni sensacionalismos. 

Olvidaos de artificios narrativos y florituras literarias. Con una prosa natural y sobria, pero no exenta de guiños poéticos, con un modo de relatar muy directo que nos recuerda la profesión del autor -periodista-, esta historia intenta ser el testimonio de lo que significa perder a un hijo (si es que esto se puede describir de algún modo, yo no podría). Y entre las risas de Pablo y el terror de sus padres, entre hospitales, quimioterapia, transplante de médula, llantos y dolor, mucho dolor, el autor ofrece respiros al lector a modo de banda sonora (las referencias musicales son muy numerosas) y salpicando el texto de reflexiones metaliterarias que culminarán con un magnífico análisis de la obra “Mortal y rosa” de Francisco Umbral.

        PEGAS: 1) el dolor de la madre apenas se vislumbra (la historia es narrada en primera persona y es el tormento del padre el que lo domina todo); 2) el autor se podría haber ahorrado dos escenas: el sufrimiento de su hijo cuando deben bajarle la fiebre con gasas empapadas en agua fría y su pataleo desesperado para no tomar los fármacos prescritos después del transplante.

            No hace falta que diga mucho más. Solo que a veces no hay que acudir  a la LITERATURA para que las palabras te desgarren el alma. Por lo tanto, mi recomendación es que no leáis el libro. 

 Si Pablo fuera mi personaje no habría muerto. […] Si yo pudiera inventarme esta historia, comeríamos tantas perdices que nos saldrían picos y alas. […] 
              Pero esta historia la han escrito otros por mí. Yo solo la estoy llorando.