25 de noviembre de 2012

EL MITO DEL CID EN LA CULTURA ESPAÑOLA



El personaje de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, se ha convertido, como el rey Arturo en la cultura anglosajona, en el héroe nacional castellano por excelencia.
Si atendemos a las fuentes históricas, el caso del Cid cuenta con numerosos textos escritos en varias lenguas y fechados en épocas diferentes: la Historia Roderici relatada en latín es quizás el recurso histórico que mejor nos ayuda a comprender la verdadera identidad detrás del mito; en árabe están los comentarios del historiador andalusí Ibn Alqama (reproducidos en la obra del historiador del siglo XIV, Ibn Idhari); y, por último, del siglo XIII y en castellano data la Primera Crónica General del rey Alfonso X.
Sin embargo, el mito del Cid no se construyó a partir de estas fuentes históricas, sino a partir de leyendas sobre sus hazañas que se transmitieron de boca en boca hasta cristalizar en un relato en verso conocido como el Cantar de Mio Cid. Gracias a este poema la figura del Cid ha alcanzado, varios siglos después, dimensiones extraliterarias, convirtiéndose en el máximo héroe nacional cristiano de la historia de España, e influyendo, en mayor o menor medida, en nuestra cultura.

El personaje de Rodrigo Díaz de Vivar representa el ideal de progreso personal gracias al esfuerzo individual. El Cid es dotado por el poeta de una humanidad impresionante; es un hombre íntegro que recupera el favor del rey gracias a su esfuerzo y se hace respetar y admirar por los suyos y por sus enemigos. Sus virtudes heroicas se ven completadas con la ternura y el cariño que muestra hacia su familia. Es también un hombre religioso que en la cumbre de su gloria no se olvida nunca de agradecer los beneficios recibidos. Pero la cualidad que destaca sobre todas las demás es la mesura, pieza clave de su carácter. Nos encontramos, pues, ante un héroe idealizado, perfecto, pero de una perfección no sobrenatural.
Todo esto ha contribuido a crear el mito del Cid como modelo de héroe nacional, y la caracterización del personaje en el Cantar ha traspasado sus versos para acabar influyendo en nuestros valores. La generosidad, la fidelidad, los lazos familiares, la honradez, la justicia… forman parte de los principios que nos permiten orientar nuestro comportamiento con el fin de realizarnos como personas.
Otro aspecto interesante son las directrices ideológicas del Cantar, representadas por el protagonista. Menéndez Pidal defiende que el poema es una expresión de la idea unitaria de España; subraya que el Cid incorpora a sus tropas gentes de los diversos reinos. Por otra parte, hay en el Poema una defensa del mérito personal, como hemos dicho anteriormente, y de la prioridad del derecho público sobre el privado, así como una censura a los que no cumplen con su deber dentro del sistema. Podemos decir que todo esto convierte al personaje del Cid en un representante de valores actuales, lejos del contexto medieval.


            El mito del Cid configurado por el Cantar  ha tenido continuidad en la literatura, y también en la pintura, la música o el cine.
Su presencia en la literatura es constante y llega hasta nuestros días. Así, tenemos el romancero del Cid, del que derivan obras teatrales del siglo XVI, continúa en el siglo XVIII, en el Romanticismo y en el siglo XX, hasta llegar al siglo XXI con la biografía novelada El Cid de José Luis Corral.
También hay que destacar la creación de numerosas ediciones adaptadas para los más pequeños (Mi primer Cid, de José María Plaza, El Cid contado a los niños, de Rosa Navarro Durán) lo que ha permitido su difusión en la etapa de Educación Primaria, no limitándose así a la Educación Secundaria y el Bachillerato.
El cine, a su vez, ha contribuido a la popularidad de la figura del Cid, destacando la película de Anthony Mann, y el largometraje de dibujos animados El Cid, la leyenda. También en la pequeña pantalla ha tenido su espacio con la serie de dibujos animados de principios de los ochenta Ruy, el pequeño Cid.
Asimismo, el mito está presente en otras manifestaciones artísticas, como la música, la escultura o la pintura.

Por último, es interesante señalar la importancia que está teniendo el personaje del Cid, su historia y el Cantar para el turismo cultural, con la creación del Camino del Cid (similar al Camino de Santiago), utilizando un salvoconducto, que es una credencial que se va sellando en las diferentes localidades de la ruta. El salvoconducto recuerda el documento que durante la Edad Media se utilizaba para asegurar el paso libre y seguro de viajeros y mercancí­­as. De modo alegórico, el Cid concede ahora ese paso seguro a los viajeros del siglo XXI a lo largo de todo el Camino.

24 de noviembre de 2012

HOMENAJE A MIGUEL HERNÁNDEZ



 El siguiente texto lo escribí como introducción a una obra teatral sobre Miguel Hernández, representada por los alumnos en 2010 con motivo del centenario del nacimiento del poeta.



Hace cien años nació, muy cerca de aquí, en la levantina ciudad de Orihuela, un poeta que siempre se mantendrá joven en nuestros corazones, pues murió sin haber cumplido 32 años, en una cárcel de Alicante, víctima de una serie de circunstancias sociales, políticas y, en último término, físicas, que le condicionaron una vida difícil y breve.
Este poeta fue Miguel Hernández, quien, a lo largo de su corta existencia, como un “rayo que no cesa”, escribió una importante obra poética que lo llevaría a ser llamado “el gran poeta del pueblo” o “el primer poeta de nuestra guerra”. Y así fue: Miguel Hernández versificó nuestra historia, al tiempo que luchaba en el campo de batalla defendiendo sus ideales. 

                Hoy vamos a conocer su vida y su obra a través de una representación que seguirá las mismas etapas en que se dividen, de forma paralela, su existencia y su poesía.

La primera etapa se centra en su infancia y en el tema de la naturaleza. Con apenas quince años, su padre lo saca de la escuela para que eche una mano al sustento familiar, ayudando en el pequeño negocio pecuario. Miguel, pues, siendo niño aún, cuidó el rebaño doméstico y repartió la leche por los alrededores campesinos de su ciudad natal, lo que le proporcionó un temprano y fecundo contacto con la naturaleza, contacto que se refleja en sus poemas. Pero Miguel era un excelente estudiante, de manera que, a pesar de las dificultades y de la oposición de su familia, siguió formándose de manera autodidacta a través de la lectura. Poco a poco, con su talento, su determinación y la ayuda inestimable de los libros, Miguel se iría convirtiendo en un gran poeta.

La segunda etapa de su vida, su primera juventud, va unida al tema del amor.
Es el momento en que conoce a Josefina Manresa y se enamora apasionadamente de ella. Josefina se convertiría en la mujer de su vida y con ella se casaría. Miguel escribió para ella muy bellos poemas amorosos, como el poema en el que alaba su hermoso pelo negro suelto: “Ser onda, oficio, niña, es de tu pelo”, poema en el que él se ve dando vueltas en torno a Josefina, sin poder olvidarla, como si fuera su satélite.

Sin embargo, el concepto del amor en la obra poética de Miguel también irá ligado a la destrucción. Como en tanta poesía amorosa, la mujer es la responsable de la tragedia, unas veces por indiferencia y otras por negación expresa, aunque al mismo tiempo represente la inocencia y la pureza -“te me mueres de casta y de sencilla”-, le escribirá a Josefina.

La tercera etapa es fundamental en su vida y en su poesía. Miguel se convierte en un poeta comprometido con la sociedad y el momento político que le toca vivir. Sus poemas surgirán ahora de una historia que se está haciendo y en la que tratan de imprimir su huella. El combatiente y el poeta palpitan en ellos -“la poesía es en mí un arma que dejo en las manos del pueblo”, dirá Miguel- ; es la expresión íntima y vigorosa de un poeta que lucha junto a los milicianos, vive al mismo tiempo la experiencia del amor y la paternidad y trata de convertirse en portavoz y guía de su pueblo envuelto en una lucha sangrienta.

La cuarta y última etapa hace referencia a sus últimos años, período que pasó en la cárcel hasta su muerte. En esta etapa el poeta sufre una triple tragedia: la muerte de su hijo, la guerra y la cárcel, lo que desnudará su poesía hasta la más neta emoción.