24 de noviembre de 2012

HOMENAJE A MIGUEL HERNÁNDEZ



 El siguiente texto lo escribí como introducción a una obra teatral sobre Miguel Hernández, representada por los alumnos en 2010 con motivo del centenario del nacimiento del poeta.



Hace cien años nació, muy cerca de aquí, en la levantina ciudad de Orihuela, un poeta que siempre se mantendrá joven en nuestros corazones, pues murió sin haber cumplido 32 años, en una cárcel de Alicante, víctima de una serie de circunstancias sociales, políticas y, en último término, físicas, que le condicionaron una vida difícil y breve.
Este poeta fue Miguel Hernández, quien, a lo largo de su corta existencia, como un “rayo que no cesa”, escribió una importante obra poética que lo llevaría a ser llamado “el gran poeta del pueblo” o “el primer poeta de nuestra guerra”. Y así fue: Miguel Hernández versificó nuestra historia, al tiempo que luchaba en el campo de batalla defendiendo sus ideales. 

                Hoy vamos a conocer su vida y su obra a través de una representación que seguirá las mismas etapas en que se dividen, de forma paralela, su existencia y su poesía.

La primera etapa se centra en su infancia y en el tema de la naturaleza. Con apenas quince años, su padre lo saca de la escuela para que eche una mano al sustento familiar, ayudando en el pequeño negocio pecuario. Miguel, pues, siendo niño aún, cuidó el rebaño doméstico y repartió la leche por los alrededores campesinos de su ciudad natal, lo que le proporcionó un temprano y fecundo contacto con la naturaleza, contacto que se refleja en sus poemas. Pero Miguel era un excelente estudiante, de manera que, a pesar de las dificultades y de la oposición de su familia, siguió formándose de manera autodidacta a través de la lectura. Poco a poco, con su talento, su determinación y la ayuda inestimable de los libros, Miguel se iría convirtiendo en un gran poeta.

La segunda etapa de su vida, su primera juventud, va unida al tema del amor.
Es el momento en que conoce a Josefina Manresa y se enamora apasionadamente de ella. Josefina se convertiría en la mujer de su vida y con ella se casaría. Miguel escribió para ella muy bellos poemas amorosos, como el poema en el que alaba su hermoso pelo negro suelto: “Ser onda, oficio, niña, es de tu pelo”, poema en el que él se ve dando vueltas en torno a Josefina, sin poder olvidarla, como si fuera su satélite.

Sin embargo, el concepto del amor en la obra poética de Miguel también irá ligado a la destrucción. Como en tanta poesía amorosa, la mujer es la responsable de la tragedia, unas veces por indiferencia y otras por negación expresa, aunque al mismo tiempo represente la inocencia y la pureza -“te me mueres de casta y de sencilla”-, le escribirá a Josefina.

La tercera etapa es fundamental en su vida y en su poesía. Miguel se convierte en un poeta comprometido con la sociedad y el momento político que le toca vivir. Sus poemas surgirán ahora de una historia que se está haciendo y en la que tratan de imprimir su huella. El combatiente y el poeta palpitan en ellos -“la poesía es en mí un arma que dejo en las manos del pueblo”, dirá Miguel- ; es la expresión íntima y vigorosa de un poeta que lucha junto a los milicianos, vive al mismo tiempo la experiencia del amor y la paternidad y trata de convertirse en portavoz y guía de su pueblo envuelto en una lucha sangrienta.

La cuarta y última etapa hace referencia a sus últimos años, período que pasó en la cárcel hasta su muerte. En esta etapa el poeta sufre una triple tragedia: la muerte de su hijo, la guerra y la cárcel, lo que desnudará su poesía hasta la más neta emoción.

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