07.00 h. Suena el despertador. Sólo ha dormido tres horas; la
culpa la ha tenido una novela que no podía abandonar. Lo primero que hace es
entrar a través del móvil a Goodreads para calificar la obra con cinco
estrellas.
08.15 h. Antes de salir coge un nuevo libro –puede que
en algún momento tenga un rato para leer–, y se dirige al trabajo escuchando
en su Ipod canciones de los Waterboys, con las letras de los poemas de Yeats.
08.30 h. Hoy explica el realismo francés en 2º de
Bachillerato. Habla de Balzac, Stendhal y Flaubert, de Eugenia Grandet, de Rojo y
negro, terminando con el proceso de gestación de Madame Bovary y el análisis psicológico de Emma. Como Sherezade,
deja en suspenso la narración de esta última novela, disfrutando con la intriga de sus alumnos por conocer el desenlace.
11.15 h. Tiene media hora libre. Va a la librería a comprar
El Cultural, el suplemento literario del periódico El Mundo; al día siguiente
le tocará el turno a Babelia y Ababol. Antes de irse, echa un vistazo a las estanterías, pregunta por el título que busca, no lo tienen. Por la tarde recorrerá las demás librerías de
su pueblo; si no encuentra esa obra, irá a Murcia. Sabe que no
debería, porque volverá de allí cargada de libros, pero no lo puede evitar.
12.40 h. En la biblioteca del instituto toca catalogación. Lo
hace con la rapidez que le otorga la práctica constante.
13.35 h. Los alumnos de 1º ESO escuchan quién es Roald Dahl y
leen algunos de sus Cuentos en verso para
niños perversos. En la lectura inicial de la unidad conocerán a Gianni
Rodari y sus Cuentos por teléfono.
14.35 h. Camino de vuelta a casa, mira por el
móvil los blogs literarios que lee habitualmente. Tongoy tiene nueva entrada y
toca reseña de libro infumable, ideal para reír y descargar tensiones.
15.15 h. Después de comer rápidamente, coge la antología de relatos que ha
pasado toda la mañana sin abrir –no suele haber tiempo para la lectura en el trabajo,
pero siempre se lleva algún ejemplar, nunca se sabe– y se dispone a pasar tres horas
leyendo –es viernes y, por lo tanto, tiene la tarde libre de tareas–.
18.15 h. Terminados los cuentos, les pone nota en Goodreads y sale en busca de la obra que le quita el sueño,
tiene que ser suya cuanto antes. Se dirige a otra de las librerías
de las que es clienta asidua y mira con ansiedad por las estanterías. No la encuentra, aunque sí tres títulos más que
le interesan. Pregunta por la novela en cuestión y cuando ve la cara del librero
deja de hacerse ilusiones, pensando ya en su viaje a Murcia para buscarla –allí tienen que tenerla, es imposible que no la tengan–. De repente,
fija su vista en una montaña de ejemplares que hay en el mostrador, son novedades recién llegadas y… no puede creer lo que ve. ¡Acaba de hallar el
tesoro! Es una obra rara, pero recién traducida al castellano, ¡y la tiene
entre sus manos sin salir de su pueblo y sin pedirla por Internet!
18.45 h. Abandona la librería con cuatro títulos nuevos que añadir a su biblioteca y toma
un café con una amiga mientras le habla eufórica de sus nuevas adquisiciones.
19.30 h. De vuelta en casa, comenta la entrada del blog de
Tongoy, que había leído al salir del trabajo. Echa un vistazo al resto de
blogs, no hay nada nuevo.
19.35 h. Lee…
22.00 h. Lee…
03.00 h. Lee…
A la mañana siguiente…
07.00 h. Suena el despertador. Sólo ha dormido tres horas…
NOTA. Esta entrada es un texto de ficción. Cualquier parecido
con la realidad es pura coincidencia.
2 comentarios:
Pura ficción, Lucy.
Los libros los llevas de adorno para hacerte la interesante y yo soy rubia jajaja.
Eres una lectora maravillosa y apasionada, una profesora de matrícula de honor, y un ser humano excepcional que tengo la suerte de conocer.
Besos siempre.
Lo has soñado, estoy segura.
Tú acompañas a los libros, se sienten halagados cuando buceas entre sus páginas.
Gondi lo dijo todo, sólo puedo añadir que yo también me siento halagada como tus libros, al tenerte como amiga.
Un abrazo, Lucy.
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