9 de julio de 2013

AUNQUE SIGA BRILLANDO LA LUNA


Así que nunca más pasearemos
tan tarde de noche,
aunque el corazón siga enamorado,
y aunque siga brillando la luna.
                                   Lord Byron (1788-1824)


Ray Bradbury (1920-2012) utilizó este último verso de Lord Byron para titular uno de los relatos reunidos bajo el nombre de Crónicas marcianas, en el que un personaje recita el poema del escritor romántico. La lírica tiene mucho en común con esta colección de cuentos, una serie de historias que se alejan de los temas y lugares comunes de la ciencia ficción, y que adquieren, como señaló Borges, un tono elegíaco, convirtiéndose en una triste reflexión sobre el poder destructor del ser humano.

Se trata de veinticinco relatos que transcurren entre los años 1999 y 2026 y en ellos se narra la conquista y colonización de Marte: las distintas expediciones al planeta rojo, con desiguales resultados; la llegada de los primeros colonos terrestres, con sus esperanzas y sus miedos; el encuentro con los marcianos; hasta llegar, finalmente...




Aunque se presenta como una colección de narraciones cortas, el hecho de que estén todas unidas por la misma referencia contextual, de que tengan un orden temporal y de que exploren los mismos temas, convierte el libro en una novela: si se leen consecutivamente forman una narración con planteamiento, nudo y desenlace. Sin embargo, inicialmente no eran más que una serie de relatos sin la organización que todos conocemos; la idea de reunir aquellos que tuvieran en común el tema de la colonización de Marte y publicarlos bajo el título de Crónicas marcianas se la dio al autor el editor de Doubleday, Walter Bradbury (no, no eran familia). No obstante, a pesar de su carácter unitario, se percibe que son narraciones independientes: son de diferente extensión y estilo; las hay de de terror, metafísicas, llenas de prosa poética, de humor…

Una de las genialidades de estos cuentos es que Bradbury se aleja del cientifismo que sí encontramos en otras obras de ciencia ficción. Y fue su singularidad en el tratamiento de este género lo que hizo que tuviera dificultades a la hora de publicar sus relatos -fueron rechazados por varios editores, entre ellos, John W. Campbell, a cargo de la revista Astounding Science Fiction-. Sin embargo, Bradbury sería uno de los autores que más ayudaría a popularizar las narraciones de ciencia ficción, tal vez por su acercamiento a lo humano y a lo poético. En cualquier caso, el escritor consiguió crear algo nuevo, original y único, al convertir lo fantástico y lo futurista en poesía. Como ejemplo, las descripciones de Marte, que en los primeros relatos parece una especie de paraíso, reflejado a través de imágenes oníricas, para después convertirse en un planeta de colinas y valles oscuros y pueblos deshabitados.

Otra peculiaridad que añade Bradbury es la creación de los personajes de los marcianos: son seres que nos resultan familiares de tan humanos que parecen, como muestran los primeros encuentros entre ellos y los terrícolas en “Ylla” -donde un marciano es presa de una debilidad tan terrenal como los celos- y en “Los hombres de la tierra” -de este no cuento nada, será mejor que lo leáis-; pero su aparente humanidad no es obstáculo para que al mismo tiempo pueden resultar espantosos, como en “La tercera expedición”, uno de los relatos más terroríficos. Pues sí, casi humanos pero no del todo porque los marcianos poseen una extraña capacidad que será la que provocará algunos de los desenlaces más inesperados y terribles. ¿Explico en qué consiste esa capacidad? Seré buena y os ahorraré el "spoiler" (que conste que me está resultando difícil reseñar sin destripar).

Y, finalmente, no podemos olvidar el tema fundamental de estas narraciones: la crítica hacia la capacidad destructora de los seres humanos. En estas historias Bradbury creó un fiel reflejo del lado más pernicioso de las sociedades occidentales: colonialismo (“Aunque siga brillando la luna”, el mejor relato con este tema; “La verde mañana”; “Las langostas”; “Intermedio”), represión y falsa moral (“Los músicos”; “Usher II”), racismo (“Fuera de temporada”, Un camino a través del aire”)… 

Mucho se ha escrito sobre esta obra y yo no he comentado nada que no se sepa ya; solo puedo añadir que estas historias ya han entrado a formar parte de mí, como tantos otros libros, y cada vez que vengan a mi memoria volveré a revivir una chispa de esa misteriosa felicidad que me concede la literatura. Misteriosa felicidad, sí, porque leyendo Crónicas marcianas en el silencio de una noche de verano no he podido evitar sentirme transportada a los solitarios valles del planeta rojo, y fascinada por las descripciones poéticas que Bradbury hace del mismo, llenas de melancolía y de soledad; he vivido el asombro de los primeros humanos que llegan a Marte; su miedo ante unos marcianos que, al principio, pueden resultar peligrosos; la inquietud por preservar una civilización que parece abocada a la destrucción; y, sobre todo, he sentido la tristeza que acaba provocando imaginar el final de los habitantes del “cuarto planeta a partir del Sol”. 

Como dice Borges en el prólogo a estos relatos: ¿Qué ha hecho este hombre de Illinois, me pregunto, al cerrar las páginas de su libro, para que episodios de la conquista de otro planeta me llenen de terror y de soledad?


3 comentarios:

Ángela Gondo dijo...

Tu blog me incita a leer más, a descubrir.
Gracias por dejarnos asomarnos a la LITERATURA (con mayúsculas).

Abrazos.

Auroratris dijo...

Cómo me gusta llegar aquí y descubrir datos tan interesantes y tan curiosos.
Me encanta que los compartas, amiga mía.
Un fuerte abrazo.

Maximiliano dijo...

Muy buena entrada. Me dieron ganas de leer el libro.